Mis nietos y mi mujer me invitaron a un restaurante a comer tacos y, entonces, un auto nos golpeó, lastimándome el pie.
Le dije a mi mujer: “Levántate. Llama a una ambulancia porque tengo el pie roto.” La ambulancia llegó y me llevó al hospital. Me dijeron que no podían salvarme el pie, que estaba demasiado fracturado.
El médico me dijo que tenía que operarme porque tenía el pie roto. Si no me operaban, me enviarían a casa con medicamentos, pero si desarrollaba gangrena, podría fallecer. Podría morir.
Mientras estaba en el hospital, le dije a mi cuñada que necesitábamos ayuda en caso de que hubiera que pagar por los gastos. YO no podría afrontar los gastos del hospital. Ella me recomendó un abogado.
Una vez que el caso se solucionó, me alegre mucho porque los abogados realmente me ayudaron con todo, tanto con los gastos, como con el transporte, para que pudiera continuar con mi vida sin perder el pie.
Me alegré muchísimo porque me ayudaron de verdad y lucharon por mi caso realmente bien.